¿El amor?
Entró y toda la habitación se llenó de luz y de armonía, la perfección lo inundó todo, hasta que, sin mirarla, le habló a otra. Una sensación nueva, de dolorosa pérdida, la sorprendió. Se levantó para disimular su ira y caminó hacia la puerta y luego se volvió; o quizá caminó hacia la puerta para cerrarle el paso.
Se volvió y vio sus ojos, de cristal, de noche, de acero, de acogida. Ella le dijo con los suyos: ¡te amo! ¡Te amo! ¡Estoy segura! Un torbellino la envolvió, tierno y húmedo. Algo salió de sí misma, algo de él la alcanzó y por un momento no supo dónde estaba. Luego sintió con una deslumbrante claridad, que él le pertenecía y al hacerlo suyo, ella era otra y la que había sido antes ya no estaba.
Pero él se fue, salió; ella se sentó y comenzó una nueva vida. Rebuscó en sus recuerdos por si él estaba en ellos sin saberlo, pero no lo encontró; miró sus convicciones por si no encajaban en la luz y las echó fuera casi todas. Se miró a sí misma y se encontró desnuda. Miró la fotografía que guardaba de él y la tiró, porque no era él. Se aconsejó con su experiencia pero no le sirvió de nada.
Estaba allí, sentada, esperando una señal para tocar la trompeta del fin y del principio. Cruzaba las manos, apretando el infinito. Pestañeaba para disimular sus lágrimas. Se daba cuenta de la bondad del mundo. Amaba a todos. No temía la muerte. Ya no temía nada.
Unas veces la ahogaba la alegría. Otras veces se anegaba en lágrimas.
Unas veces pensaba que era reina. Otras, una pobre abandonada.
Por las noches llamando su recuerdo, se dormía
Por las mañanas pronunciando su nombre despertaba
Si mira a la derecha está su sombra
Y si mira a la izquierda, su mirada.
Y sueña, a veces, que se cogen de la mano
y emprenden el camino, por praderas de
esmeralda
mientras la brisa procura refrescarlos, mientras el sol se esfuerza
en brillar más, mientras el mundo
se transforma en aquel paraíso.