Contribuyentes

domingo, 23 de octubre de 2016

MI VIDA CON AL


MI VIDA CON AL



El muchacho se acercaba por el gran patio iluminado del Banco. Concha lo observaba , desde la otra parte del cristal blindado.
El muchacho avanzaba intrépido, con un traje que no se le adaptaba perfectamente y que, unido a sus modales elegantes y desenvueltos, le daba una apariencia peculiar.. Llegó a la ventanilla, saludó cortésmente y sacó del bolsillo un cheque doblado. Lo extendió y se lo presentó a Concha mientras la miraba con expresión pícara y ojos brillantes. A ella,  se le cayó al suelo el paquete de 20 duros  que enrollaba con diligencia. No le quedó más remedio que agacharse y recoger precipitadamente el desaguisado. Al volver a asomar tras el cristal, y mientras cogía  diligente el cheque y pedía disculpas no se le pasaron desapercibidas las risitas significativas y comentarios de los compañeros que tenían su puesto en el mostrador de enfrente. Indicó al muchacho, moreno y de mirada atrevida que debía de entregar primero su cheque en la ventanilla de cartera. Mientras se lo indicaba, el jefe de cartera, se lo quitaba de las manos y lo autorizaba rápidamente, ya que era un cheque de la Universidad que necesitaba pocas miradas para ser reconocido y pagado inmediatamente. Concha contó los billetes y monedas y los colocó en el mostrador enfrente del profesor universitario que cobraba una de sus primeras nóminas orgulloso y audaz. Cuando hubo contado el dinero y guardado en su bolsillo, le susurró, ¿Qué te parece si te espero a la salida?
-Bien,  dijo Concha ruborizada y estallando de satisfacción.
-¿A que hora sales?
- Sobre las tres y algo, respondió la señorita administrativa, es muy mala hora para quedar, me voy a casa a comer.
-No importa, te esperaré.
- A las tres en punto se acaba la jornada en la entidad financiera y ese día Concha ya lo tenía todo preparado para no retrasarse. Salió lo más pronto que pudo esperando encontrar a la puerta a su profesor esperándola. Había tenido que aguantar las risas y comentarios jocosos de sus compañeros, sobre todo de uno que aspiraba a lo que había concedido con tanta rapidez al nuevo candidato. Ellos aseguraban que había dejado caer el paquete adrede para conquistarlo. Concha sabía que no, el paquete se había deslizado de sus manos sabe Dios por qué temblor inesperado.
Salió pues a la calle y vió con decepción que en la puerta no había nadie.
Se dirigió hacia el gran paseo que conducía directamente a la casa de sus padres dónde vivía, era un camino de veinte minutos y algunas veces algún compañero o el jefe de caja la acercaba en su coche. Al llegar a la gran plaza en la cual comenzaba el paseo, apareció él, sonriente y brillante como un querubín. Estaba apostado a la sombra de unos arbolitos que extendían su sombra sobre unos  bancos de madera  que rodeaban una pequeña plazuela  en cuyo centro había un gran reloj de piedra, el reloj del sol, llamado asi porque  marcaba la hora según el movimiento del sol.
El corazón de Concha estalló de alegría , jamás había tenido una cita como aquella, a las tres de la tarde, cansada de una larga jornada de trabajo, sin haber comido , a pleno sol
del verano castellano. Rápidamente el mozo se colocó a su lado y saludando con una risa inesperada, al entender que la chica se había quedado gratísimamente sorprendida después de su primera decepción.


No hay comentarios:

Publicar un comentario